domingo, 1 de febrero de 2015

Mi primer Vegaño



Hoy es un día especial.

Por ser el cumpleaños de Dennis Brown y el vigésimo aniversario luctuoso de Jill Phipps.
Pero sobre todo, porque un día como hoy, hace un año emprendí un viaje hacia el Veganismo.

Un viaje que es solo de ida, que una vez embarcado no hay retorno.

Hace un año me divorcié de una cómoda y auto condescendiente vida vegetariana, de una lucha a medias tintas por el respeto a los derechos de los animales.

Me liberé de la trampa de los lácteos:
De sus diferentes tipos de queso en la pizza, su yogurt griego extra cremoso, sus batidos de leche entera con nieve de crema y Philadelphia, su eterna y severa acidez, gastritis y esofagitis ocasionados por esos placeres que hoy concibo como insanos.

De una tibia vida de vegetariano por poco más de doce años, decidí arreglar esa disonancia que había entre mi corazón y mis actos. Fue entonces que derroté los caprichos de mi paladar y evolucioné al Veganismo.

¿Veganismo?

Si, porque sabía que al pedir comida libre de carne no estaba haciendo lo suficiente para conseguir que  la congruencia entre mis actos y mis ideas se tomaran de la mano y caminaran juntos en la misma dirección.

Pero el egoísmo de mi paladar se oponía a esta convergencia, y me bombardeaba con pretextos conformistas y mediocres propios de un animalista de medio tiempo y un especista que trabaja horas extra incluso sábados y domingos.
De los que abundan en las redes sociales cacareando sobre lo mucho que quieren a su perro, y no sienten la menor culpa al comerse un filete de pescado y presumirlo en Instagram.

Yo no quería ser un hipócrita como ellos.

Pero crecer dentro de la incubadora de una sociedad que te muestra a los animales como objetos y materia prima de abuso, es complicado desprogramarse y ver las cosas tal como son. Probablemente por eso hay tantos hipócritas inundando las redes sociales.

El Veganismo es difícil cuando solo piensas en ti mismo, en tus comodidades.
Pero si se replantea bajo esta premisa, cambia radicalmente la ecuación:

“Si el Veganismo es difícil para mí, ¿cómo será de difícil mi no Veganismo para aquel ternero que nace en esclavitud, que es maltratado desde antes de salir por completo del vientre de su madre, es separado de ésta justo después de nacer y morirá de desnutrición para que podamos comer su carne y obtener la leche de su madre?



Nuestra “dificultad” pasa a segundo término.

Es imperante que dejemos de ver a los animales como objetos sin sentimientos, para después dejar de tratarlos como tales.

Nos hace falta entender que son seres sensibles con personalidad, identidad e intereses propios; ellos no desean sacrificar su vida y su libertad para satisfacer nuestras demandas.
No nos deben nada, por el contrario, nosotros les debemos respeto y una disculpa.
Y la manera más sincera de disculparse por las calamidades que les hemos hecho pasar, el hacerles la vida miserable desde que nacen, el extinguir un sinfín de especies, el haberles declarado la guerra sin cuartel desde aparecimos en el planeta, es hacerse Vegan@ y ser el eslabón que rompa con la cadena de su esclavitud. 

La paz comienza desde tu plato.

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