viernes, 4 de mayo de 2012

Historias de mi barrio. Capítulo uno: Como perras

Corría la década de los noventas, aquella salvaje década, donde los walkman, las camisas holgadas de colores sicodèlicos y los jeans deslavados y rotos eran la onda. Los pubertos creían que al decir "wey" estaban rompiendo la ley de los adultos. Época del sexo prematuro en secundaria, los cigarrillos y el alcohol. Yo tendría unos ocho años para entonces, pero lo recuerdo bien.

Una señora que rentaba departamentos lo divulgó, ya que fue en el interior de uno de sus inmuebles donde ocurrió el hallazgo. Cambiaré los nombres de las susodichas por si algún día una de ellas entra a mi blog y siente su "secreto" develado. A las 3 protagonistas las llamaré: no, ¡Que cojones, las llamaré por sus putos nombres! si no la historia perderá sentido para mí.

 Había tres amigas; Heidi, Pina y Mariana (la de en medio no sé si era su nombre real, pero así le decían, ergo: le dicen). También eran vecinas e iban juntas en la secundaria. Cursaban el tercer grado, supongo. Tenían fama de putas ligeras, todo el barrio sabía que eran mas fáciles que la tabla del cero.

Un buen día conocen a unos pasantes de médicos o algo así (los tipos vestían de blanco, con bata, zapato blanco y la chingada) y se hacen amigas de ellos. Empiezan a visitarlos seguido y cada vez tardan mas en salir del departamento de los tipos de blanco, a veces el sol se metía primero que ellas, y sus respectivas madres ni se inmutaban por preguntarse donde estaban sus putitas hijas.

Ellas no son, pero igual ilustran la historia.
El tiempo transcurrió con normalidad y las cosas siguieron su rumbo, hasta que sucedió. La arrendadora andaba reparando una gotera del techo, cuando de pronto escuchó voces y gemidos en la parte trasera del edificio.
Cual sería su sorpresa al ver que tenían enculadas a tres menores de edad en el patio del inmueble.
Su descripción fue muy gráfica; a una la tenían empinada recargada en el lavadero, a otra contra la pared y a la tercera en el piso. Todos desnudos y gozándola de lo lindo. La lujuria se olía a kilómetros -Según dijo la señora- como la sangre de un pecesito detectada por un tiburón, a millas de distancia. Jamás especifico a quien en cual posición, pero con la escena principal nos basta. Porque, si nos basta, ¿Verdad?



¡Se las estaban cogiendo como perras!



A los tipos de bata blanca los desalojó al día siguiente, no por fornicar con menores de edad, sino por meter tres habitantes mas al departamento, cosa que no estaba acordada en el contrato. A lo cual ellos se defendieron alegando que solo eran visitas casuales.
La arrendadora era una persona de carácter fuerte y les dijo que si no se largaban, le iba a informar lo sucedido a las madres de las meretrices que felizmente se cogieron. Sin protestar mas, los tres caballeros desaparecieron para siempre.

Las tres amigas siguieron con su vida. Cada una tubo varios hijos, de diferentes padres. Probaron miembros de diferentes tamaños, colores y sabores, y se pusieron guangas y gordas. Pero eso no les concierne saber ni a mi contarlo.

Las veo pasar de vez en cuando por mi casa y se me vienen a la mente tantas historias que escuché sobre su alocada juventud.

Ahora las tres están felizmente casadas y los cornudos de los esposos no tienen ni puta idea del pasado de sus hembras, sin embargo son felices. Al menos eso parece.

Nota: las hijas de Mariana me caen muy bien. Son muy simpáticas.




Sean felices.


2 comentarios:

La Guera Rodríguez dijo...

Muy elocuente historia =P
Pero, a poco tienes una etiqueta que se llama Cosas de la vida?? jajajaja
traigo atravesada a la tal Rocío, si, esa que dicen en you tube que parece payasito de crucero, quien sabe porqué...jajajajaja!!

Saludos

Diana

TodoLoJodo dijo...

¿Quien es esa tal Rocío?
La verdad me agarras en curva no se quien es :S

Te sorprendería saber la de gente que llega a mi blog con la etiqueta de cosas de la vida.